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Crónica:LA CRÓNICA

De los jesuitas al jazz

En casa había oído citar algunas veces al Fórum Vergés. Daban charlas a las que nadie de mi familia acudía, pero que acababan comentándose en los ambientes de seny de la Dreta de l'Eixample. Era cosa de católicos un poco disconformes con el franquismo, como lo era también el semanario Destino, al que mis padres sí estaban suscritos y que citaban a menudo cuando discutían con los amigos. Yo nunca supe dónde estaba el Fórum Vergés, ni que los católicos que lo animaban eran de Misión Obrera de Cataluña, flor y nata de los jesuitas catalanes que debatieron con posturas encontradas las visitas a Franco del padre Arrupe, prepósito general de la Compañía entre 1965 y 1983, el cual en 1970 acudió en persona al local de la calle de Balmes, 139, para defender sus convicciones sobre el necesario acercamiento al régimen. Yo no sabía nada de eso y además no tenía el Google a mano para informarme. Como tampoco sabía que Els Joglars, ya perseguidos gubernativamente, habían presentado allí en 1964 L'art del mim y que dos años atrás había cantado Raimon en sus inicios. Si mis padres leían Destino, yo por la época me conformaba con Pulgarcito.

El Festival de Jazz une a la cantante Robin McKelle y al cocinero Isma Prados

Nunca supe dónde estuvo situado el Fórum Vergés hasta la noche del miércoles, cuando acudí al Palacio del Flamenco para asistir a una cena preparada por el televisivo chef Isma Prados y al concierto de presentación en Barcelona de la magnífica cantante norteamericana Robin McKelle, dentro de la programación del Festival de Jazz. Entiendo que el enunciado es algo confuso: ¿qué tienen que ver los jesuitas con el flamenco y el jazz?, se preguntarán. Pues resulta que el Fórum Vergés dejó su sede de Balmes hace años y, tras varios avatares, en diciembre de 2006 se abrió allí un tablao flamenco, dotado con una cocina de última generación capaz de servir 400 cenas cada noche para los cruceristas de cierto poder adquisitivo que nos visitan (tarifas en www.palaciodelflamenco.com). Pero si los cruceristas, como es de rigor, se zampan la paella y la sangría preparadas por el restaurante Beltxenea, los del Festival de Jazz quisieron hacer un experimento con Isma Prados, además de simpático y buen cocinero, gran aficionado al jazz. De ahí la idea de un menú jazzístico, a consumir antes del recital: Happy crab jam cocktail (mousse de cangrejo con granada, huevas y germinaciones de soja) para empezar; Gumbó, gumbó, le, le (fumet de pescado con verduras y gambas, espectacular) para continuar; Cheek to cheek (galta de cerdo a la mostaza: el chiste no es muy bueno, pero el plato estaba riquísimo) para culminar; y Days of wine and roses (cruixent de piñones con mousse de avellana: ñam, ñam) para terminar. Vinos seleccionados por Quim Vila, de la Vinateca: un blanco de Monserrat (Ca n'Estruc), muy refrescante, y un tinto muy cabal de Costers del Segre (Vilosell 2005). Con los postres, cava L'Origan Magnum, que uno podía seguir sorbiendo mientras escuchaba la seductora voz de McKelle, acompañada por un trío de altos vuelos.

Una gozada, la verdad. Además, precio justo: 85 euros con cena, 25 sin ella. Y uno se alegra de que ciertas iniciativas se rebelen todavía contra la Barcelona plomiza que se nos viene encima. Punto número uno: no es verdad que todo lo relacionado con el turismo sea para echar a los cerdos. Punto número dos: la rutina es mala consejera de las programaciones, bienvenidas sean iniciativas como la de asociar el buen jazz a la buena cocina (en la sala principal no se puede fumar, pero hay una sala adjunta donde sí está permitido hacerlo). Además, ver al espumoso Isma, responsable de tantas aficiones a los fogones entre los jóvenes, empuñar las baquetas de la batería para acompañar a McKelle en su Blues with the cook! es tonificante. De los jesuitas al jazz pasando por el flamenco. Itinerarios de una ciudad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de noviembre de 2007