Hay cosas extrañas en la Operación Guateque. Más de 15 funcionarios municipales han sido detenidos por prevaricación, cohecho y tráfico de influencias. Eso de momento, porque el asunto trae más cola que Lola Flores y más implicados que el desembarco de Lombardía.
Extraña, por ejemplo, que la operación se haya realizado tan tarde. Desde hace muchos años la gente de la calle sabe de sobra que, a la hora de la verdad, si quieres abrir un negocio, has de aflojar la mosca bajo cuerda a determinados individuos. Es decir, una mafia en regla. En Madrid hay miles de locales comerciales. Todo parece indicar que estamos ante una trama que se está embolsando millones de euros por el morro.
David Lucas, portavoz socialista en el Ayuntamiento, ha dicho, con toda la razón, que esas corruptelas son vox pópuli hace tiempo. No parece lógico, sin embargo, que, ante tal clamor, la oposición de la Casa de la Villa no haya metido caña clamorosa hace años sobre este asunto. Y, desde luego, no entra dentro de lo razonable que el equipo de gobierno haya estado mirando para otra parte durante tres mandatos municipales. Desde muchos puntos de vista, esto es un alucine.
Puede dar la impresión de que las autoridades ponen cierto celo al perseguir la piratería callejera y cosas así, pero en su seno hay vampiros y hombres lobo que, además de robar, desprestigian la democracia e incrementan la desconfianza de los ciudadanos en sus políticos. Palabras mayores.
Ejemplo de lo arriba dicho es La Boca del Lobo, uno de los locales más activos e intensos de la noche madrileña. La Boca del Lobo lleva más de 10 años esperando la licencia de apertura definitiva. Durante una década les han frito a cierres, apercibimientos y trabas de todo tipo por motivos sorprendentes. ¿Cómo han podido muchos empresarios soportar semejante acoso con la boca cerrada? Seguramente, para poder sobrevivir. Pregúntale a Javier Muñiz, Alimaña, director de La Boca del Lobo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de noviembre de 2007