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CARTAS AL DIRECTOR

¿De quién son los hijos?

Quart de Poblet, Valencia

Rouco dice que "los hijos no son ni del Estado ni de la sociedad. Son de sus padres". Puede que esta sea la postura de la Iglesia, y no me refiero a la jerarquía de la Iglesia, ni tan sólo a la Iglesia católica. Seguro que esta frase la acuñarían todas las iglesias del mundo. Pero esta frase también define muy a las claras los argumentos que un sector de la sociedad española, de claro fondo religioso, utiliza para reclamar el derecho a la objeción de conciencia contra la asignatura Educación para la Ciudadanía: el Estado no es quién para enseñar a nuestros hijos valores que van en contra de los de los padres. Este argumento se desmorona porque la cuestión es que los hijos tampoco son propiedad de los padres. Son personas independientes con todos los derechos y todo el amparo que les otorga nuestro Estado. Y es el Estado quien tiene la obligación de protegerlos de los abusos, incluso de los abusos por parte de sus padres. Señor Rouco, los hijos no son de nadie, cada uno es dueño de sí mismo. El Estado, por mucho que pese a las dogmáticas conciencias, ha de velar porque nuestros hijos se eduquen en libertad y conozcan los valores democráticos que les hace libres. Claro, que si enseñamos a pensar a los niños por sí mismos y a que conozcan a fondo sus derechos y libertades, sin imponerles desde la tierna infancia los valores dogmáticos e indiscutibles de la fe, señor Rouco, corre el riesgo de perder fieles a chorro.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 21 de noviembre de 2007