Es frecuente leer estos días en relación a los enfrentamientos habidos entre grupos fascistas y antifascistas que es igualmente condenable la violencia ejercida por ambos grupos. Si nos referimos a "condenable" judicialmente, estoy de acuerdo porque sólo a la justicia compete dictar castigo por una acción violenta.
Sin embargo, tengo que llamar la atención sobre un aspecto que no se está teniendo suficientemente en cuenta: la violencia ejercida por los grupos antifascistas nace como respuesta a las acciones de los otros, y es producto de un sentimiento de indignación marcado por la solidaridad para con los inmigrantes y otros grupos marginales y la forma en que son pisoteados sus derechos y degradada su dignidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 27 de noviembre de 2007