Causa pudor radiografiar la adolescencia española desde la óptica de la madurez. Pero así es la vida. Quien mejor escudriña a otro es aquel que está fuera del grupo, porque piensa que es capaz de hacer un análisis objetivo y desapasionado. Sin embargo, no está garantizado que la fórmula funcione. Los adultos de hoy se quejaban de que sus padres no les entendían. Los jóvenes de ahora bostezan si se les habla de que deben estudiar más, leer más (los resultados que arroja el informe PISA sobre el nivel educativo en España causan vergüenza) o admitir la disciplina como elemento necesario para su formación.
La radiografía del adolescente español, a juzgar por las últimas encuestas, no difiere tanto de cómo es nuestra sociedad en conjunto. La política no interesa. Mejor dicho, los políticos. Hablan un lenguaje tan distinto a los problemas de la calle que se les califica con los peores apelativos. Hay excepciones, claro. Al alcalde popular de Totana (Murcia), en prisión por presunto delito de corrupción, le reciben tras declarar ante el juez medio centenar de seguidores suyos al grito de "Pepe, Totana te necesita". Bien para él: así se sentirá una víctima.
La confusión juvenil no es mucho mayor que la de sus mayores. Quizá más exagerada. ¿Cómo explicar si no ese incidente registrado en Barcelona donde un muchacho se pasa de una manifestación a otra opuesta sin aparente razón como si en lugar de un helado de limón prefiriera uno de fresa? Los objetivos tampoco se alejan tanto de los de sus padres: el éxito fácil, el dinero.
Los sociólogos nos explican que los adolescentes empiezan a descubrir el poder de la ideología, pero no necesariamente la que movía a las generaciones anteriores. De creer a esos expertos, los jóvenes apuntan maneras. En general, no son intolerantes e incluso se sensibilizan con problemas como el hambre o el cambio climático. Ítem más: no son xenófobos. Y eso que acabamos de ser testigos de la muerte de un muchacho de 16 años en Madrid en una reyerta con un neonazi. Pero se tildan unos a otros de fachas o nazis sin saber muy bien qué significa. Hablan con eslóganes y se sienten tan náufragos como sus mayores. Seguro que si alguno de ellos lee este texto dirá que no se les entiende.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 6 de diciembre de 2007