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Reportaje:GENERACIÓN DEL 27 | Arte

Retrato de una generación de santos pop

Las poetas del 27 fueron pioneros en mezclar alta cultura y cultura popular.

La del 27 fue siempre mi generación favorita, el grupo artístico por antonomasia. Mi deslumbramiento adolescente por ella fue quizás la semilla de mi posterior fascinación por los conjuntos de música pop. Primero fue el 27. Después, los Rolling Stones. Desde luego, el paso de los años me ha hecho contemplar su obra desde más amplios puntos de vista, pero siempre me ha quedado respecto a la generación del 27 -mezcla de alta cultura y cultura popular: poetas, toreros y cantaoras- una sensación de aire limpio, de cielos azules, de nubes de algodón, de serenos apasionamientos, de camisas blancas y corbatas bien anudadas. De ojos claros, calmos, y con un algo de Garcilaso (para mí, más auténtico mentor clásico del 27 que Góngora). Esto me lleva a pensar lo moderna que me parece ahora la poesía de Gil Vicente, Gutierre de Cetina y el propio Garcilaso. O la pintura del Quattrocento italiano: ese viento de modernidad que sopla el velamen de la pintura italiana (¿europea?), a la que Giotto hace navegar desde los oscuros mares medievales hasta el luminoso amanecer renacentista de Fra Angélico o Piero della Francesca para arribar al oficio, a la maestría de Botticelli, de sus retratos y de ese mar donde, por fin, Venus nace. Qué grandes retratistas, es decir, qué admiradores del cuerpo humano. A través del elogio físico profundizaron en sus laberintos psicológicos, en sus andamiajes interiores. Así imagino a los poetas del 27: como príncipes, o mejor aún -al fin españoles-, como santos del Renacimiento. Así, podríamos hablar de una orden religiosa de monjes poetas que habría fundado san Pedro Salinas, el obispo Jorge Guillén y el abad Gerardo Diego (los llamados santos profesores). Una orden cuyos mártires serían san Federico García Lorca y el beato Miguel Hernández, y que recurriría a figuras tan señeras como san Vicente Aleixandre, el arcángel Rafael Alberti y el humildísimo hermano Dámaso Alonso (fray Acamedia). Y todo ello sin olvidar a san Luis Cernuda, el santo melancólico, y, como cualquier orden religiosa, con un excomulgado, el mago Buñuel, que, tras abandonar tempranamente la santa práctica de la poesía, pactó con el diablo de las luces y las sombras (el Cinematógrafo) y con su ayuda proyectó espectros humanos sobre sábanas, paredes blancas y demás símbolos lunares y les obligó a amarse y a odiarse con una pasión y una saña tales que acabó por llevarles a la mutua destrucción. -

Herminio Molero es pintor y músico. Formó parte de Radio Futura, con los que grabó el disco Música Moderna. Desde 1989 realiza una serie de retratos sobre la generación del 27.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de diciembre de 2007