La posibilidad de que los enfermeros receten los medicamentos (EL PAÍS, 19-12-07) es otro despropósito de la mala ley del medicamento de 2006.
Conceder a los enfermeros la facultad y la autonomía de prescribir no ofrece beneficio alguno (ni haría mejor la atención al enfermo ni mayor la eficiencia en el gasto), sino graves peligros para la asistencia sanitaria, en especial la pública: aumentaría sin duda el consumo y el despilfarro farmacéuticos (habría miles de prescriptores más y, por su escaso bagaje farmacológico, más vulnerables a la publicidad de la industria farmacéutica), se elevaría la tasa de prescripciones inadecuadas (la formación clínica de los enfermeros es más limitada que la de los médicos), difuminaría la responsabilidad legal de la prescripción en muchos casos, erosionaría la imprescindible autoridad del médico y debilitaría la relación médico/enfermo, centro de la asistencia.
El Sistema Nacional de Salud sería peor. Hay que agradecer a la Organización Médica Colegial su firme rechazo a esta insensatez.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de diciembre de 2007