Oriente Próximo parece que tiene un especial atractivo para los futuros ex presidentes. Bill Clinton también intento denodadamente centrar todos sus esfuerzos en dejar como legado la paz en dicha región, pero lo único que consiguió fue quemar sus municiones sin que se llegase a una paz tan añorada por la mayoría de israelíes y palestinos. Esta vez el turno le toca a Bush; la peculiar diferencia es que el actual mandatario de la Casa Blanca está aún más escorado a posturas proisraelíes que su predecesor, con lo cual sólo logrará el apoyo de la OLP de Abbas, dirigente que ha perdido el control de Gaza y que es el mejor reflejo de lo que la pérdida de Arafat ha supuesto para el pueblo palestino, el cual, aunque más corrupto, al menos mantenía unida la Autoridad Nacional de Palestina. La visita de Bush, con un miniejército de protección, es más bien simbólica, ya que no se va lograr nada, dada la escasa verdadera voluntad de las partes de quedar como blandos ante los más radicales de sus respectivos pueblos. Oriente Próximo es una región seca, y hablar en exceso y sin sentido hace que la boca se seque; apremia ser claro y decidido a la par de conciso, algo que ha brillado por su ausencia en las mil y una cumbres de paz sobre el conflicto israelí-palestino.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de enero de 2008