Laura Raya tenía 19 años, pesaba 105 kilos y medía 158 centímetros. El pasado día 11 fue intervenida en una clínica de Barcelona para colocarse una banda gástrica y reducirse el estómago. Horas después falleció a consecuencia de una hemorragia sufrida durante la intervención, cuando en el tratamiento con laparoscopia se le perforó la arteria cava. La Asociación para la Defensa del Paciente (Adepa) considera que se trata de una imprudencia médica y ha hecho público el caso, ocurrido en el Centro Internacional de Medicina Avanzada (Cima). La joven acudió allí tras ser derivada por la Policlínica Londres.
Un portavoz de este centro explicó que el médico que la intervino ha practicado más de 3.000 operaciones de este tipo, y evaluó el riesgo de muerte entre el 2% y el 3%. El año pasado se realizaron en España unas 4.000 operaciones de este tipo y Adepa ha contabilizado siete fallecimientos. Tres de ellos se produjeron en Barcelona. El Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña ha abierto una investigación para esclarecer los hechos, como es habitual en estos casos. Los dos centros visitados por la joven están autorizados. La Seguridad Social cubre este tipo de intervenciones cuando el paciente se somete a unas rígidas exigencias y siempre en ciertos casos, por lo que existe una larga lista de espera.
La familia de la joven considera que el centro Cima les ocultó información porque tardaron varias horas en advertirles del delicado estado de salud de la joven. Al día siguiente del fallecimiento presentaron una denuncia manuscrita en el juzgado de guardia en la que solicitaban que se le realizara la autopsia al cadáver. Juli Solaz, titular del Juzgado de Instrucción número 30 de Barcelona, abrió las diligencias 357/ 2008, pero las ha archivado provisionalmente sin realizar ninguna investigación y con el beneplácito de la fiscalía, según fuentes judiciales.
José Aznar, abogado de Adepa, explicó ayer que en los próximos días presentará una denuncia formal con el historial clínico de la fallecida. En su opinión, existió una imprudencia médica no sólo por la perforación de la arteria, sino porque el segundo cirujano especialista que debía haber afrontado ese percance tardó una hora en llegar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 16 de enero de 2008