Ángel me dedicó Palabra sobre Palabra: "Para Natacha el día de mi cuarenta y cinco cumpleaños, de su -en América y en Europa- amigo", y "Para Natacha, más Natacha que nunca". Temo hoy ser menos Natacha que nunca, porque a mí sólo me importa que hoy estás muerto, que te he visto muerto y no te he tocado porque, de repente, eras como Santiago muerto, y no dejaban.
Pero tú eras, y eres, ángel de mi guarda, dulce compañía. Mentirosos todos y malditos los que se creen que "ángel de mi guarda" pertenece sólo a un grupo del que tú, yo y los nuestros siempre aborrecimos.
A mí sólo me importa que hoy estás muerto, te he visto muerto, y te he hecho compañía muerto.
Tú comienzas un viaje hacia delante, y me uno a ti porque ninguna tierra poseemos, porque en ninguna casa echan raíces nuestros corazones deshabitados.
El viaje milenario de tu carne se alumbró de solsticios y equinoccios, que también trepaban por los siglos y los huesos hasta tu último suspiro. Pero no, ya no eres escombro que lucha contra el viento, ya sabes avanzar -has sabido siempre andar por la enloquecida fuerza del desaliento.
Tú ya siempre serás Ángel González, te lo dice "tu queridísima amiga Natacha, apoyada en la sombra".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de enero de 2008