"Mi trabajo es hacer soñar a la gente", declaraba ayer un exhausto John Galliano tras su desfile para Christian Dior. Un canto al placer. Un festín de color y delicadeza. Una celebración de la verdadera motivación de la alta costura como un espectáculo en el que todo es posible y que trasciende a los pocos afortunados que pueden consumirla.
La edad no perdona a nadie. Hasta los chicos rebeldes acaban siendo no tan chicos: aquella mata de pelo del cineasta Tim Burton, estilo Punset, se ha convertido en una pelambrera aún desordenada, pero no tan tupida. De ahí para abajo, Burton, a sus 49 años, sigue igual: dicharachero, divertido, autoparódico y orgulloso de ser diferente.
El lado más misterioso y enigmático de Salvador Dalí salió a relucir de nuevo ayer. En la forma de un autorretrato inédito, en el que se mezcla la egolatría personal (inherente al formato y, más aún, al propio personaje) con la devoción que sintieron por el artista algunos contemporáneos suyos de la talla de Picasso, Umberto Boccioni o Federico García Lorca.
La pretensión del vendedor era obtener un par de centenares de libras (300 euros) en una subasta de provincias por una jarra francesa del siglo XIX sin aparente interés artístico.