Parecen japonesas pero no lo son: las manos que las esculpen son londinenses. Céline Wright se enamoró de Japón cuando era una niña -pasó parte de su infancia en Tokio-, y sus vasos de cristal soplado y sus lámparas etéreas se escriben con recuerdos infantiles. Toda su obra se basa en la reivindicación del trabajo artesanal defendida por Junichiro Tanizaki en El elogio de la sombra. Las formas redondas, basadas según la artista en la naturaleza, transportan al país asiático. No hay dos lámparas iguales: todas las piezas se hacen una a una y a mano. Son ligeras (se sujetan con finos alambres de acero) y están realizadas con papel shoji, empleado en los paneles de las casas tradicionales japonesas. Unas piezas inspiradas en las esculturas del artista ya fallecido Isamu Noguchi que desembarcan por primera vez en España de la mano de la distribuidora barcelonesa Francisco Camellas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de enero de 2008