Aquí hay tomate era el bote concentrado de los programas basura en televisión; como quien dice, el modelo de prensa rosa de última generación. Enseñaba famosos -o hijos o familiares o parejas de famosos- de serie Z, desde toreros y folclóricas hasta entretenidas circunstanciales de futbolistas, y daba vueltas sin parar sobre las desgracias, reales o fingidas, de celebridades muy poco edificantes. La materia prima de Aquí hay tomate eran los celos, el maltrato, la envidia y el resto de ínfimas pasiones de sus personajes. Tan importante como el contenido era la técnica (des)informativa: sugerencias malévolas, sobrentendidos y comentarios mordaces. Nada de información contrastada, por supuesto. Pues bien, Telecinco ha clausurado abruptamente el programa, con la explicación oficial de que su audiencia bajaba a gran velocidad.
La explicación se queda corta. En realidad, los magazines rosa más aguerridos decaen porque sufren en silencio la durísima competencia de la información política. Los desarreglos amorosos de Paquirrín o las tribulaciones familiares de Jesulín de Ubrique no pueden competir con el enfrentamiento cruel entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón en Génova 13. El culebrón del PP lo tiene todo: lujo, lucha por el poder, un enfrentamiento cainita entre personajes con tirón popular y un partido político que se conforma con la función de poner los extras que aplauden o abuchean a los contendientes desde el patio de butacas.
Obsérvese el último rifirrafe público entre la presidenta de la Comunidad y el alcalde. Ella abandona el acto de entrega de premios a los jóvenes empresarios madrileños, quizá despechada por la calurosa acogida a Ruiz-Gallardón -por lo general, las víctimas concitan más simpatías-, quizá porque sus nervios no soportaron la gélida atmósfera del encuentro. El caso es que los ex espectadores del Tomate piden nuevos episodios de esta serie, con desaires y odios a flor de piel. Esperanza Aguirre es la implacable Angela Channing de este Falcon Crest. Definitivamente, los programas del corazón están perdidos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 4 de febrero de 2008