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Crítica:

De la viñeta a la lupa de aumento

La famosa lupa que, en cada álbum de Astérix, se posa sobre la numantina aldea gala, parece haberse convertido aquí en todo un planteamiento estético y una filosofía de producción. Astérix en los juegos olímpicos, tercera aventura de imagen real (es un decir) de los personajes creados por Goscinny y Uderzo, no es tanto una adaptación del álbum homónimo como una bravuconada hecha espectáculo, una superproducción hipertrofiada que parece regirse más por el espíritu imperial de un productor empeñado en sacar pecho que por la épica lúdica del original. Sería injusto, no obstante, no separar el grano de la paja en un trabajo que contiene ocasionales perlas.

Frédéric Forestier y Thomas Langman demuestran, a los pocos minutos de metraje, cierta mano para traducir la historieta inspiradora: el primer encuentro de los héroes con Claudius Mulus es notable. Al rato, la ficción empieza a regirse por una lógica puramente acumulativa que, junto a la sustitución de Christian Clavier por Clovis Cornillac en el papel principal y a un abuso del guiño contemporáneo, explica la debilidad del todo. Lo mejor está en la parte (o en el reparto): en la autoconciencia de Alain Delon, en la vehemencia cómica de Poelvoorde y en el juego que mantienen José García y Santiago Segura.

ASTÉRIX EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS

Dirección: F. Forestier y T. Langman.

Intérpretes: Clovis Cornillac, Gérard Depardieu, Alain Delon, Santiago Segura.

Género: comedia. Francia, 2008.

Duración: 116 minutos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 8 de febrero de 2008