La fecha fue el 15 de enero. Ese día, Alberto Ruiz-Gallardón escuchó de labios del presidente del PP, Mariano Rajoy -con Esperanza Aguirre de testigo-, que no iría en las listas al Congreso por Madrid en las elecciones de marzo. Desde entonces, el alcalde de Madrid y la presidenta de la Comunidad habían coincidido en varios actos públicos, pero las heridas abiertas esa noche en la calle de Génova -Gallardón culpa a Aguirre de su exclusión de la candidatura del PP- habían seguido sangrando. Ni Gallardón ni Aguirre se privaron de mostrar sus desavenencias en público. Gestos fríos, miradas gélidas y silencios incómodos. Ayer, en la inauguración de la nueva macroestación de Moncloa, los dos mandatarios aparcaron, al menos con vistas a la prensa, sus diferencias y escenificaron con un beso e intercambio de sonrisas un paréntesis en su historia de enemistad. "Aparte de contenidos, no se van sin información", bromeó el alcalde. A ver cuánto dura.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 19 de febrero de 2008