"No olvidéis nunca que sois un pueblo de emigrantes", pidió anoche Felipe González a las 5.000 personas que abarrotaron el pabellón de As Travesas de Vigo. Fue, sin duda, la estrella del mitin socialista, por las invocaciones de todos los que le precedieron en la tribuna (Emilio Pérez Touriño, Antón Louro, Carmela Silva y Abel Caballero, en orden inverso de intervención) y por la sintonía que le prestó el público a sus chistes y chascarrillos, después de un saludo que ya fue clásico: "¡Felipe, Felipe!".
"Estoy haciendo la campaña con más ganas que cuando pedía el voto para mí", afirmó, para identificarse meramente como "un ciudadano libre, comprometido con la democracia, la libertad y el progreso". Un ciudadano del mundo, prosiguió, "que se emociona con los viejos emigrantes gallegos y las obras de los nuevos creadores de Galicia".
Y devolvió con agradecimiento el calor del público: "Yo tenía sólo mi palabra y ustedes me dieron la confianza", dijo de los años en los que conquistó el liderazgo político español. Aunque sigue sintiéndose joven por una razón: "Porque sigo viviendo en rebeldía conmigo mismo, porque no me conformo. Soy consciente de que los últimos 25 o 30 años son los mejores de la Historia de España. Pero lo que queda por hacer es tan interesante como aquello: la inserción de España en el mundo del siglo XXI, en la sociedad del conocimiento...."
González fue trenzando los logros del Gobierno de Zapatero con las críticas que recibe de la oposición. "Este Gobierno ha hecho una buena política y ahora resulta", dijo de los populares, "que no dan crédito ni al Banco de España ni al INE, que dirige una mujer que nombraron ellos... Lo cuestionan todo porque no saben perder, y quien no sabe perder en democracia, tampoco sabe ganar". "Tienen que aprender a perder, no confundiendo el chapapote con la plastilina, ni siendo monaguillos de Bush en Irak...", dijo en otro momento.
Criticó que el PP haya roto el consenso sobre el terrorismo: "Ya empecé a vivirlo cuando mataron a Francisco Tomás y Valiente, que era mi amigo del alma, y Aznar me echó la culpa a mí". Y con un gran dominio de la escena alternó los chascarrillos con un tono contundente para referirse a los logros del Gobierno, desde la economía hasta la política exterior.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 21 de febrero de 2008