Tras el éxito histórico de Esquerra Republicana en 2004, cuando pasó de uno a ocho escaños (el 15,9% de los votos), el partido independentista se propone en estas elecciones generales conservar como mínimo el grupo parlamentario, cifrado en cinco diputados. Las condiciones han cambiado y el partido sabe que difícilmente podrá repetir los ocho escaños porque entonces, tras el 11-M, recogió toda la cosecha de la furibunda campaña anticatalana del Partido Popular y de los votos que pudo arrastrar su líder, un acosado Josep Lluís Carod Rovira caído del Gobierno del primer tripartito por su entrevista con ETA en Perpiñán.
Las aguas bajan menos revueltas y el candidato es el abogado Joan Ridao, uno de los redactores del nuevo Estatuto y poseedor de un perfil más amable y un verbo más calmado que las dos caras más visibles de Esquerra, Carod Rovira y el secretario general Joan Puigcercós, que están inmersos en una guerra por el control del partido, cuyo futuro se dilucidará en un congreso el próximo otoño. Situado en tierra de nadie, Ridao no pertenece a ninguna de las dos familias de Esquerra. Ayer, algo que se repetirá poco en estas dos semanas, los tres dirigentes coincidieron en el inicio de la campaña electoral y en el acto de pegar carteles en un tinglado del Moll de Costa en Tarragona, territorio de Carod, por el momento.
Esquerra quiere mantener el grupo, pero también algo más: volver a seducir a José Luis Rodríguez Zapatero para influir en las políticas de carácter social y en los traspasos a Cataluña. Su programa ha bajado el calado independentista (nada dice de la propuesta del referéndum sobre la independencia de 2014) para dar un vuelco más social. La estrategia parece clara. En el primer tramo de la legislatura, los independentistas ofrecieron su apoyo al presidente socialista, pero el idilio se quebró dos años después y la ruptura cristalizó en la famosa fotografía de Zapatero y Artur Mas, presidente de Convergència, en La Moncloa. Más allá de la simpatía personal de Zapatero y Puigcercòs, ambos aficionados del Barça, la relación está rota. Esquerra confía en que con su talante pactista y su dominio de la oratoria -fue portavoz de ERC en el Parlament y del partido-, Ridao, casado y padre de dos hijos, reconstruya el puente roto.
Curtido en la defensa de activistas independentistas en la Audiencia Nacional en 1990, Ridao lamentó el desengaño sufrido con Zapatero, por sus promesas rotas, pero elogió el avance que supusieron la derogación del Plan Hidrológico Nacional, la Ley del Suelo y el retorno de parte de los archivos de Salamanca. Pese al desgaste del poder y los roces en el tripartito, en el horizonte de Esquerra está no alejarse demasiado de los 636.000 votos de 2004.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 22 de febrero de 2008