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Michael Gira enseña en Santiago su intenso folk

La presencia de jóvenes góticos, a la entrada del Salón Teatro compostelano en la noche del sábado, recordaba los orígenes musicales de Michael Gira. Pero de la oscuridad postindustrial de aquellos Swans que, junto a Sonic Youth, continuaron el espíritu no wave neoyorquino a comienzos de los ochenta lo único que sobrevive es la intensidad. Porque el actual folk-blues que practica Gira, residente en las montañas Catskill de Estados Unidos, no parece cosa de broma. "Compuse esta canción después de que mi mujer se quedó embarazada y yo soñé que le apuñalaba el vientre", presentó ante un aforo casi completo.

La poética de Michael Gira se acerca al lado oscuro de la Biblia, lo que no deja de contrastar con su apecto de granjero de los Apalaches y aparente bonhomía. Su evolución musical y literaria lo acerca al austrialiano Nick Cave, otro entregado lector del Antiguo Testamento y gestor en tiempos de fiereza eléctrica e imaginarios atormentados. Además, el timbre de voz, que oscila del susurro al arrebato desgañitado en cuestión de segundos pero siempre en registro grave, y la puesta en escena, solo guitarra acústica y con total ausencia de virtuosismos, convoca al último Johnny Cash a la vez que impone un silencio temeroso al respetable. Gira se mueve impasible entre lo sacro y lo telúrico. El italiano Fabrizio Modonese se encargó de abrir esta segunda parada del festival Sinsal en Santiago.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de febrero de 2008