Desearía saber dónde está el límite del "buen rollo" en el trabajo. Hasta qué punto hay que aceptar las bromas y comentarios de aquel colega que, día tras día, sulfura a una víctima escogida al azar, o no. Y comenzando una mañana, inocentemente, con un saludo y a la usanza de los maltratadores psicológicos, un día te encuentras con que ya no puedes soportar acudir al trabajo porque hay alguien, un don nadie, que hace comentarios vejatorios sobre tu ropa, sobre tus tendencias sexuales, que dice que eres un vago -lo cual ya puede afectar laboralmente-, o que te cambia de nombre y te pone un mote. Todo para no aburrirse en el trabajo y caer bien a los demás. La víctima se siente menospreciada, anulada, igual que una persona maltratada psicológicamente. Y desprotegida, ya que normalmente los compañeros le ríen las gracias a estos individuos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de febrero de 2008