La lectura de lo que ha ocurrido con el empleo en los últimos cuatro años era, hasta el verano, inequívoca: en la historia de la democracia nunca se habían creado tantos puestos de trabajo (casi tres millones, el 48% ocupados por inmigrantes) ni la tasa de paro había caído tan bajo (un 7,95% en junio de 2007). Son cifras contundentes de las que el Gobierno echaba mano cuando se le afeaba el escaso avance en la lucha contra la temporalidad (aún por encima del 30%), el insuficiente empleo femenino (trabajan el 44% de las mujeres frente al 65% de hombres) o la pérdida de terreno de los salarios. Pero la construcción, uno de los motores del crecimiento, acaba de gripar. Un parón previsible que ha coincidido con una crisis internacional inesperada. Y el fantasma del paro ha vuelto a revolotear sobre las últimas estadísticas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 27 de febrero de 2008