El martes fue un día negro, no sólo para las mujeres asesinadas por sus parejas y para sus familiares y amigos, sino para toda la sociedad, que no pudimos hacer nada para evitarlo. Todas las leyes son pocas, todas las medidas son escasas, todo el dolor es poco ante este tipo de atentados contra la integridad y la vida en libertad de las mujeres.
No sólo son las que vemos en los medios de comunicación que acaban sus días de una forma tan brutal, además son todas las que al ver estas noticias piensan si serán ellas las próximas porque viven diariamente con ese miedo. Tiene que haber una mayor alerta social, mayor relevancia en las portadas de los periódicos -hoy todavía seguimos con reminiscencias del debate del lunes y los pocos periódicos que sacan el tema en portada lo hacen a tamaño pequeño-, más minutos de silencio en los mítines, centros de trabajo, centros educativos; más escandalizarnos todos, más tratarlo en las escuelas, en las familias...
Creo que es un problema comparable a los atentados terroristas en el terror que genera en sus víctimas; eso sí, con más muertas y menos repercusión en los medios, que la mayor parte de las veces lo presentan como si de un suceso se tratara.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de febrero de 2008