Los poderes públicos nos suelen decir que confiemos en la justicia. La gente guapa cuando tiene un problema también dice que confían en la justicia. Si me llamara Alberto y/o tuviera una cuenta corriente bien saneada (aunque sea en un paraíso fiscal, de esos que creamos los trabajadores para mejor gestionar nuestros recursos), creería ciegamente en ella.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 1 de marzo de 2008