La Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC) puede presumir de ser el organismo formador en materia cinematográfica que, a través de los trabajos de sus alumnos, más y mejores frutos ha obtenido en los últimos años en España. Ahora, la ESCAC, a través de Escándalo Films, productora vinculada a la entidad, da un paso más con su primer largometraje: Lo mejor de mí, dirigido por Roser Aguilar, en el que la totalidad del equipo técnico está formado por ex alumnos de la ESCAC. Una loable iniciativa que, sin embargo, queda marcada por la insuficiente consistencia de una película de altísimas pretensiones éticas.
¿Y tú qué harías por amor? Éste es el dilema que domina la trama de Lo mejor de mí, acrecentado además por el carácter incipiente de la relación, lo que lleva a que las dudas predominen en todo momento sobre las certezas. La donación de órganos, la sensación de vacío, el sentimiento de culpa, la cobardía afectiva, la inconsciente valentía martirizadora... Temas de tal complejidad que recuerdan en cierta medida a las disyuntivas morales impuestas por el polaco Krzysztof Kieslowski en su Decálogo. Sin embargo, la altura a la que se eleva el libreto escrito por la propia Aguilar y Oriol Capel (guionista de Siete vidas y Aída) queda muy por debajo de sus propósitos.
LO MEJOR DE MÍ
Dirección: Roser Aguilar.
Intérpretes: Marián Álvarez, Juan Sanz, Lluís Homar, Alberto Jiménez. Género: drama. España, 2007.
Duración: 85 minutos.
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La película arranca mal y, casi hasta el momento en que se vislumbra el sacrificio de una de las partes, la mayor parte de las secuencias resultan demasiado impostada, con feos detalles que van desde lo más nimio (la caída de las lámparas durante la mudanza) hasta lo más profundo (la transmisión del amor de ella, y el dejarse llevar de él). En cambio, en la segunda mitad, y sobre todo a partir del trasplante, la impresión de vacío está narrada de forma mucho más sutil y convincente, aspecto en el que ayuda la interpretación en las escenas dramáticas de Marián Álvarez (con cierto tono declamatorio en los momentos más intrascendentes), ganadora del premio a la mejor actriz en el Festival de Locarno. Es entonces cuando, sin juicios de valor y en compañía de una puesta en escena donde domina la pesadumbre, la historia se eleva hasta dejar el cuerpo menos magullado que en el inicio de su desarrollo. Lo que acaba convirtiendo a Lo mejor de mí en una ópera prima decepcionante, pero en modo alguno despreciable.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de marzo de 2008