Siempre ha existido una relación entre arquitectura y cuerpo humano. Desde los planteamientos de Vitrubio, a los órdenes clásicos rescatados en el Renacimiento. Proyectos entendidos como una segunda piel, que persiguen lograr la analogía entre el edificio y el organismo.
En la actualidad el lenguaje arquitectónico también apunta a este nexo. Queda ilustrado en Espacios diferenciales. Experiencias urbanas entre el arte y la arquitectura (La Imprenta, Comunicación Gráfica), de José Miguel G. Cortés, un minucioso y cuidado volumen que se presentó ayer en la Universitat de Valencia. Más de 30 artistas, arquitectos o diseñadores, del periodo comprendido entre 1960 y 2000, presentan casi 70 obras que fusionan arte y arquitectura con el cuerpo humano en un binomio ya imprescindible para entender las ciudades occidentales contemporáneas.
El autor hace una personal lectura de la arquitectura tradicional
El autor -profesor de Bellas Artes en la Politécnica de Valencia- repasa los últimos decenios para proponer una personal lectura de una serie de obras que desafían las estructuras jerárquicas y ordenadas de la arquitectura convencional. Proyectos rompedores por inspirarse en formas de la naturaleza carnosas y ramificadas que recrean atmósferas misteriosas; construcciones que plantean recorridos laberínticos que cuestionan los trazados geométricos; obras que sacan a la luz los sentimientos de deseo, erotismo y sexualidad presentes en las ciudades...
La selección, que según se especifica, "no pretende, ni mucho menos tener ningún carácter exhaustivo", rescata la arquitectura del afamado Rem Koolhaas, premio Pritzker, el galardón internacional más prestigioso de arquitectura; las construcciones orgánicas del brasileño Ernesto Neto; las casi mágicas de Kathryn Findlay y Eisaku Ushida, o las obsesivas representaciones corporales de Francis Bacon.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de marzo de 2008