Hace días me dejó un amigo un DVD con una película palestina, Paradise now, que a mí se me había escapado. Cuenta la historia de dos amigos palestinos a los que se les propone ser terroristas suicidas. La película tiene un termómetro emocional altísimo, pero sobrecoge especialmente la última noche con sus familias, que desconocen lo que va a suceder después. Es de una sencillez aterradora. No desentrañaré el relato de la película, pero está claro con qué personaje se identificará quien el viernes abatió a tiros a Isaías Carrasco. Ayer me vino está película a la cabeza, intentando visualizar al miembro de ETA que disparó, cómo sería su día siguiente, qué le pasaría por su cabeza.
Después llegó la voz de Sandra, la hija de Isaías, rodeada de gente en la plaza del consistorio de Mondragón, de amigos, compañeros, convecinos, pero terriblemente sola a sus 20 años y volvió a mi cabeza una canción, Sola, de Diana Carrasco, curiosa coincidencia en el apellido, que bien podía haber sido la melodía para ese grito sereno de rabia que Sandra esparció a los cuatro vientos.
Sandra dijo que ella y su madre irían hoy a votar para demostrar a los terroristas que nunca darían ni un solo paso atrás y pedía también que nadie manipulase el asesinato de su padre. Sandra, rodeada de gente, pero inmensamente sola, era más que nunca la voz del pueblo. Nadie mejor que ella expresaba el sentimiento popular que admiraba su valentía en el momento más terrible de su vida. Sandra reclamaba el Paradise now de la democracia que se celebra hoy y no el Infierno ahora que proponen quienes han hecho de la muerte su único modelo de vida.
La voz de Sandra sobrevolaba incluso por los mensajes sinceros de los partidos políticos y tuvo que llegar incluso a los oídos sordos de la alcaldesa de su pueblo, escondida, huida no ya de su dignidad humana, sino incluso de su responsabilidad social. Y, desde luego, llegó mucho más lejos que las lamentables disputas partidarias por colar un punto más o menos en una declaración de condena del atentado o por desligarse de las manifestaciones unitarias contra el atentado. Hay conductas tan instaladas en algunos partidos políticos que cuesta trabajo pensar en una legislatura unitaria contra el terrorismo. Desde el momento en que se instaló (y todos sabemos cuándo fue) que la lucha antiterrorista era un gran reclamo electoral, la democracia perdió uno de sus mejores instrumentos, pero nunca la batalla. Sin acuerdo se lucha peor, pero se gana igual, quizás más tarde.
El mejor instrumento está en la calle, en las miles de urnas que hoy recibirán a millones de ciudadanos, entre ellos a Sandra y a su madre, con la sangre aún caliente de su padre en la memoria. El infierno personal de Sandra y su familia, su manera de alzar la voz, tendrán hoy la compañía de millones de ciudadanos que amortiguarán su enorme soledad en defensa de la democracia
En el día de la mujer trabajadora, una mujer dejó dichas las palabras más rotundas sobre la muerte de su padre: " El mejor homenaje que se puede hacer a mi padre es ir a votar". Luego vendrá la política a seguir el camino o a embarullarlo, pero esa es otra historia
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 9 de marzo de 2008