Sólo media hora de llanto consiguió calmar a Josephine Onyia cuando el sábado derribó la última valla y perdió una medalla. La imagen debió de ser chocante, por comparación. "¡Josephine está fuerte!", había dicho mientras se golpeaba el pecho con el puño antes de la carrera. "¡Josephine es buena! ¡Josephine está aquí! No piensa en los rivales. El récord de España es posible. ¡Para mí no es un problema ir tan rápido!" El tropiezo no pudo oscurecer la confirmación de que el futuro de la velocidad española es de importación. Entre los hombres la esperanza se llama Jackson Quiñónez, de origen ecuatoriano. Y entre las mujeres, Onyia, de 21 años. El clon de Glory Alozie.
Alozie tiene 30 años y le ha dado a España dos platas mundiales bajo techo y un oro continental al aire libre. Su eliminación a la primera en Valencia debió haber provocado un verdadero estruendo. Sólo recibió silencio. En la despedida tuvo ánimo para hablar de su heredera. "¡La veo muy fuerte!", dijo con sus hipertrofiados brazos sobre un estante de madera.
Onyia ha seguido sus pasos con una insistencia inquietante. Las dos nacieron en Nigeria; las dos llegaron a España lesionadas; las dos residen en Valencia; las dos se dedican a las vallas... Y la veteranía de Alozie, la consejera, sujeta la pasión de Onyia, una atleta con una vida de película: emigró a Alemania y acabó en Valencia huyendo del frío y los entrenamientos bajo techo. Entonces se encontró con Alozie. Y con su entrenador Rafael Blanquer.
"Josephine no se reserva", compara el técnico. "Lo corre todo. Le falta experiencia. Todavía no sé cómo reacciona a la presión... Es inexperta".
El hilo que une a Onyia y Quiñónez es el deseo de mejora que les trajo a España. Quiñónez busca en Lleida "mejorar la salida hasta la primera valla", dice Ascensión Ibáñez, su entrenadora. Son los españoles más veloces. A ellos se unirán Marta Domínguez, Mario Pestano y los marchadores para mejorar el panorama en los Juegos de Pekín en agosto.
En Valencia nada se movió. O se movió a peor. Las caras de las posibles medallas -los mediofondistas del 1.500; Ruth Beitia, Mayte Martínez- eran las mismas de los últimos años. Y la selección igualó su peor actuación en unos Mundiales de pista cubierta (1987), con una sola medalla, el bronce de Higuero en los 1.500 metros.
"Al equipo le pongo un notable alto porque más de la mitad han estado sobresalientes. Nos ha faltado suerte en las medallas", dijo José María Odriozola, presidente de la federación. Valencia se despidió con varios datos optimistas: 32 países, más que nunca, ganaron medalla. Y España acabó cuarta por finalistas y séptima en la clasificación por puntos. Y Onyia, que se llevó la peor parte, se anunció como la gran esperanza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de marzo de 2008