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Crítica:

La dificultad de la farsa

La farsa político-social es uno de los géneros más difíciles de resolver. Hasta tan resbaladizo territorio ha viajado, con más caídas que buenos apoyos, Antonio Hernández en El menor de los males, ambientada en un escenario único (una lujosa casona) y con apenas seis personajes: un político de alto nivel, su asistente personal, sus dos guardaespaldas, su hermana y su amante.

El machismo, el legado franquista, la corrupción política, urbanística, empresarial y hasta sexual, el derecho a la intimidad, la influencia de la prensa rosa, el chantaje emocional... Quizá no estemos muy lejos del Berlanga de Todos a la cárcel; o incluso del espíritu de la Ealing, donde Carmen Maura ejercería de la tierna abuelita de El quinteto de la muerte; y, más allá, de bufonadas criminales en las que todo se complica, en la órbita de Fargo. Claro que, entiéndase, éstas serían las intenciones. En los resultados las anteriores comparaciones resultan casi dolorosas. Aparte de los loables propósitos, dos aspectos hacen que El menor de los males no caiga en el desastre: las interpretaciones, desde el aparente pánfilo que viste Roberto Álvarez al inquietante Antonio Durán, Morris; y el constante ritmo impuesto por el director. Hernández, con dos magníficas películas, el western de autopista Lisboa y el drama político-familiar En la ciudad sin límites, no acierta a la hora de graduar los elementos de la farsa. Le falta negrura y le sobran costumbrismo, grandilocuencia, redundancias y gracietas. Aunque quizá lo peor sea que los personajes no evolucionen lo más mínimo a lo largo de la historia. Los seis la terminan exactamente igual que la empezaron, a pesar del rosario de fatalidades. Y eso sí que resulta imperdonable.

EL MENOR DE LOS MALES

Dirección: Antonio Hernández.

Intérpretes: Roberto Álvarez, Carmen Maura, Verónica Echegui.

Género: comedia. España, 2007.

Duración: 110 minutos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de marzo de 2008