De las guerras balcánicas de los años noventa, Croacia obtuvo tres beneficios: la victoria, la independencia y un Estado casi étnicamente puro. A diferencia de Serbia, no ha pagado precio alguno por los crímenes de guerra cometidos, más allá de la entrega de algunos individuos. Su imagen está intacta. Camina con paso firme hacia la UE. Sus ciudadanos (un 66% es partidario de la OTAN) no precisan de un visado para viajar por Europa. Es el éxito de una estrategia política y de mercadotecnia: lograr la amnesia colectiva. Ahora queda lo importante, que Zagreb admita los crímenes cometidos y que persiga a todos los culpables.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 3 de abril de 2008