He decidido personarme en Bruselas para protestar enérgicamente por la autorización que se piensa otorgar al uso de teléfonos móviles en los aviones. He pensado proceder a una quema de libros al estilo Farenheit 451, porque de eso se trata: los móviles empezaron por imposibilitar cualquier atisbo de lectura en los trenes (uno de los placeres más sutiles que conocía, paisaje-libro, libro-paisaje) y ahora se pretende que acaben con la lectura en los aviones (otro placer inenarrable, además de eficaz ansiolítico para los temores inherentes a la levitación).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de abril de 2008