El reconocimiento de la cocina china -o cuanto menos de una suerte de simulacro de la misma- en nuestro ámbito data de muchos años, aunque para nosotros todo lo que llegaba del Extremo Oriente se confundía y unificaba, y se asimilaban a la china la japonesa, la tailandesa, la vietnamita y la coreana, formando un amplio espectro sin señas de identidad.
Nada digamos ya de las profundas diferencias que impregnan las distintas regiones chinas, y que dan lugar a las diversas cocinas regionales, como la de Sichuan -tan picante ella- o la cantonesa.
Por esta o por otras inculturas, lo cierto es que de la cocina de Japón nos habían llegado tímidas referencias, que se concretaban en el pescado crudo -sashimi- o en las distintas bolitas de arroz con algas y más de producto marinero, logrando así que resultase muy exótico comer en japonés.
Pero hete aquí que restaurantes como Tastem se empeñan en demostrar lo contrario, y persiguen que sea para nosotros un acto habitual solicitar un maki de atún picante o un solomillo de buey wagyu -de la misma raza que el famoso de Kobe- aderezado con salsa ponzu y soja con jengibre, cocinados con el mismo amor y buen criterio que si en el mismísimo barrio de Ginza nos encontrásemos, y que nos resultan amenos al paladar y prudentes en el estómago.
Solo deberemos, para nuestra completa y previa satisfacción, saber que el maki es un bocado compuesto por pescado y arroz enrollados en un alga nori. O que la salsa ponzu contiene de forma fundamental vinagre de arroz, trozos de bonito seco y el jugo de una suerte de pequeña naranja que ellos llaman yuzu.
Bueno, que deberemos estudiar un poco para comprender y disfrutar la grandeza de la alimentación en el País del Sol Naciente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 13 de abril de 2008