Estoy cansado de ver cómo partidos políticos irresponsables prometen reducciones de impuestos en sus programas electorales una vez tras otra, y muchos ciudadanos los vitorean por ello, mientras paradójicamente se quejan de la calidad de la enseñanza pública, la Seguridad Social, etcétera. Señores y señoras, para que un país funcione (y esto es tan obvio que casi me avergüenza decirlo) se necesita dinero. Las escuelas, hospitales y carreteras cuestan dinero, no aparecen por generación espontánea. Los políticos se deberían centrar en conseguir que nuestros sueldos sean dignos (como los precios que pagamos por todo), aumentar los impuestos y gastarlos bien. El nivel de bienestar que envidiamos en otros países europeos se sustenta entre otras cosas en una presión fiscal más elevada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de abril de 2008