En la sección Cultura del día 22 de abril se publica que el artista alemán Gregor Schneider cuenta ya con un voluntario para morir en público en su nueva performance. El voluntario es un enfermo términal que ayudará a Schneider a teorizar sobre "la belleza de la muerte". Eso no es arte. Quizás un grito. Un grito esnob. El arte es el hijo pródigo de la artesanía, y aquí la mano del artista no aparece por ningún lado.
Arte sí es, en este caso arte político -en información del mismo día recogida en Sociedad, página 32-, la entrada en vigor de la ley que regula los testamentos vitales. Hablemos pues de "muerte digna", que no "dignificada y magnificada", en beneficio de una portada o museo. Cuestión de matices.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de abril de 2008