El año 2010 es el plazo máximo que se suele dar para empezar a ver el final del túnel. Pero las turbulencias tendrán consecuencias mucho más duraderas en el esqueleto del sistema financiero global. "La crisis crediticia tendrá efectos en la estructura de los mercados y de los precios durante al menos una década", destaca JPMorgan, el banco elegido por las autoridades estadounidenses para el gran golpe de efecto contra la crisis: el salvamento de Bear Stearns. Para muchos, el punto de inflexión a partir del cual las cosas empiezan a cambiar.
El rescate de Bear Stearns supuso la constatación de que los gobiernos no van a dejar caer a los grandes bancos, aunque éstos, con sus excesos, hayan sido los principales causantes de la crisis. De ahí se deriva un problema de riesgo moral: en una economía tan liberal como la americana, los poderes públicos acaban socializando las pérdidas causadas por una política comercial obsesionada con incrementar los beneficios asumiendo riesgos enormes. El motivo: Bear Stearns es demasiado grande para caer (too big to fail es la frase acuñada en inglés para estas operaciones) porque puede arrastrar a todo el sistema si el sector público no actúa.
El rescate de Bear Stearns remite al de Continental Illinois en 1984
En 1984, Continental Illinois, uno de los principales bancos por aquel entonces, estuvo al borde del colapso (por un problema crediticio, cómo no). El Ejecutivo de EE UU se gastó 3.500 millones de dólares en su rescate. "Es demasiado grande para caer... Y es un banco maravilloso", justificó entonces el congresista Stewart McKinney. Algo parecido ocurre ahora en EE UU y en Europa, con Northern Rock o la banca alemana. Pero los bancos no se van a ir de rositas: JPMorgan asegura que la crisis provocará un profundo cambio en la regulación. En definitiva, "bancos más grandes, más seguros y muy probablemente con menores beneficios". -
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 27 de abril de 2008