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COLUMNA

Retratos vascos

¿Se debe criminalizar a los criminales? En Euskadi, durante mucho tiempo, la respuesta no estuvo clara

Se dice que a partir de cierta edad (una edad inconcreta pero real) todos nos merecemos nuestra cara. Todos, tarde o temprano, tendremos o tenemos la cara que nos hemos fabricado, la cara que nos hemos dibujado con nuestros actos y nuestras omisiones a lo largo de años y edades. A lo mejor por eso los retratos, incluso los ingenuos retratos fotográficos, suelen ser peligrosos. Uno puede encontrarse, de pronto, con un desconocido en la fotografía que le acaban de hacer. También por eso todos, de manera consciente o inconsciente, tratamos de retocar nuestros retratos sin que se note mucho. No es de extrañar el clamoroso éxito del Fotoshop.

Pero por mucho maquillaje que usemos, la realidad se encarga de arrancarnos las máscaras. Nos autorretratamos en cada acto. Nuestros hechos dibujan nuestras caras. Por eso los retratos siguen siendo importantes. La imagen más que nunca es importante. Lo decía Vicente Verdú hace unos días: los lectores conspicuos se extinguen, los lectores de letras "siguen la línea de la página, pero según los patrones del hilo cinematográfico". El currículum no es importante. Lo importante es la foto. El retrato en primer plano manda.

El retrato nos dice, le dice a todo el mundo quiénes somos, qué somos, cómo somos. A estas alturas del curso político (hablar del curso histórico parece demasiado) Patxi López desea que los partidos vascos se definan, esto es, quiere que "los partidos se retraten" en los ayuntamientos todavía gobernados (gracias también al partido del propio Patxi López) por ANV. Es verdad, como afirma el líder socialista, que los partidos vascos se retratan estos días en Hernani y Mondragón. Uno se va labrando su retrato, es verdad, día a día. Pero hay momentos en los que nuestra imagen se congela; actos que nos inmortalizan sobre el papel sensible. El papel lo soporta casi todo, pero a veces ni el papel puede soportar, por ejemplo, que un alcalde no sea capaz de condenar el vil asesinato de uno de sus vecinos. Entonces hasta el papel de estraza se convierte en sensible. Entonces cada uno hace su retrato moral.

El partido de Javier Madrazo no ha salido muy favorecido en los retratos que le han hecho en Hernani y Mondragón. Y Madrazo lo sabe. Sus concejales, dice, "han tomado una decisión que no compartimos". Sin embargo, el jefe de EB no tiene más remedio, asegura, que respetar los actos de sus representantes. Pide que seamos comprensivos con ellos y que no caigamos en la tentación de criminalizarnos. Pero de lo que allí se trata (en Mondragón y Hernani) es simplemente de criminalizar a los criminales. ¿Se debe criminalizar a los criminales? En Euskadi, durante mucho tiempo, la respuesta no estuvo nada clara. El retrato colectivo de Euskadi, su retrato moral en los años del plomo, fue escasamente favorecedor.

Los partidos también se retratan. No hace falta que Patxi López pida a los partidos políticos vascos que se retraten. No tienen más remedio que hacerlo. La realidad es una Polaroid que no falla. El PP, EA y EB se han retratado en Mondragón y Hernani. También el PSE. Cada uno es responsable de su foto. El PNV, por su parte, se ha hecho un par de retratos. El retrato del PNV es difícil. Se trata de un partido con dos almas, dos rostros: la cara sabiniana por un lado y el rostro euskalerríako por el otro. No es el caso de Jekyll y Hyde, pero podría terminar pareciéndosele. Quizás en los próximos meses descubramos la cara definitiva del PNV y tengamos su retrato cabal. Un partido con más de cien años debe tener la cara que merece, supongo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 29 de abril de 2008