Todas las variedades agrícolas tradicionales proceden de modificaciones genéticas dirigidas por el hombre. Sin ellas, no existiría la agricultura actual. Las plantas transgénicas simplemente incorporan nuevas metodologías que añaden precisión a las modificaciones convencionales. En los más de 10 años de empleo de estas variedades, no se ha encontrado ni un solo efecto nocivo para la salud o para el medio ambiente. Gracias a los controles a que están sometidos, los transgénicos ofrecen más seguridad que ninguna variedad convencional. Su mayor productividad también reduce la superficie de suelo agrícola, contribuyendo a preservar ecosistemas naturales.
La biotecnología desarrolla nuevos cultivos más rápida y eficazmente, y permite mejoras en variedades locales. Cultivos que requieren menos agua, o que resisten mejor a las heladas o a las plagas; variedades que incorporan mejoras nutricionales y alivian deficiencias endémicas en poblaciones; cereales seguros para los celíacos... Corresponde a los ciudadanos decidir si desean prescindir de los beneficios de la biotecnología. A los científicos, garantizar que se hace bien.
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Carmen Fenoll es catedrática de Medio Ambiente en la Universidad de Castilla-La Mancha.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 29 de abril de 2008