"Papeles para todos. Y no quieren trabajar. Hay que joderse", comentaban en voz baja dos ancianos sentados en uno de los bancos de la plaza de Lavapiés. La pareja, ataviada con gorras de deporte, asistía como espectadora a la manifestación que el movimiento MayDay convocó ayer en Madrid.
El espectáculo: una caravana de más de 300 personas que gritaban contra la precariedad y que bailaban al son de la música que despedía un camión empapelado con carteles reivindicativos. "Vales mucho, pero te pagan poco"; "Si yo vivo con lo que me pagan, con lo que produzco vivirían 20", lucían algunas de las pancartas. El reguero humano intentaba evitar el dispositivo policial.
Los organizadores de la manifestación no lograron el permiso de la Delegación del Gobierno. Y varias decenas de policías vigilaban la marcha. Pero los manifestantes que partieron de la plaza del Museo Reina Sofía no se amilanaron y recorrieron las calles adyacentes hasta llegar a Lavapiés. Un itinerario improvisado para evitar controles.
"Teníamos que ir de Atocha a Jacinto Benavente, pero mira, estamos en Lavapiés gracias a la poli. Esto es mejor", cuenta Celia, una de las organizadoras. Unos metros más adelante, Raúl Sánchez, de 39 años, tiene el gesto adusto. No esconde cierta preocupación por la presencia policial. Sánchez trabaja como traductor desde hace ocho años y no logra un contrato estable. "Protestamos contra la precariedad", dice, y sigue: "Queremos una renta básica de emancipación, acceso garantizado al trabajo, papeles para todos...", detalla este traductor.
"Hay nuevas formas de trabajo que necesitan derechos. Los individuos no somos fábricas que producimos", afirma Richard, teleoperador de 27 años. Luego explica que ésta es la primera reunión del MayDay en Madrid, un movimiento que nació en Milán hace seis años. Richard mira de reojo cómo los policías se ponen los cascos y amenazan con cargar. Pero sólo intimidan. "Al final se han portado bien", afirma.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de mayo de 2008