La libertad a todos nos asiste; el liberalismo de partidos y personalidades con quienes coqueteó nuestro ex Zaplana ahora le brinda el refugio dorado, aunque sea lejos de casa.
Hubiera deseado que iniciara su nueva vida privada en su antigua profesión, si la tuvo. Un buen ejemplo para el español de a pie que espera ver ejemplos de honestidad en quienes la han estado pregonando desde las altas cimas del Gobierno de este país sería ver a líderes que vuelven a las aulas, a los despachos o a la función pública, que abandonan los ropajes de la política y pululan por nuestras ciudades en mangas de camisa, como uno más.
Sería más creíble y ejemplarizante que verlos en los consejos de administración, recibiendo una soldada, no por lo que hacen, sino por lo que fueron. Seguramente este país, que necesita una revolución de honestidad, comenzaría el rumbo adecuado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de mayo de 2008