Todo el mundo tiene anécdotas, pero pocos pueden contar que les ha besado un rey. Engracia Arranz, sí. Y lo cuenta como si no tuviera mayor importancia: "El rey Alfonso XIII me besó y me dio un cachetito". Menuda, vestida con una camisa clara y recién salida de la peluquería, Engracia tenía ayer encandilados a sus vecinos de valla. "Ha venido sola", se admiraba una señora. Desde Madrid, en tren y a sus 86 años. Justo enfrente, la familia real visita el Centro de Arte de Móstoles. Y ella espera a que salgan. En primera fila, claro. Por si repite la hazaña.
"Antes había más libertad. Era más fácil acercarse a los reyes", suelta. No recuerda si fue con siete o con ocho años, pero el caso es que ella y sus hermanas salieron una tarde del colegio, en Cuatro Caminos, y se toparon con el rey Alfonso XIII, que iba a inaugurar "una casa de militares". Beso y cachetito. Y una ilusión tremenda. "Estuve dos días sin lavarme la cara", confiesa. "¿Dos días sin lavarse?", le preguntan. "¡Me había dado un beso el Rey!".
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La ilusión sigue intacta. Y eso que ya ha visto "muchas veces" a la familia real. "Es que los quiero mucho". Sus favoritos, asegura, son "Juan Carlos y el Príncipe". ¿Y la esposa del Príncipe? Engracia arruga la nariz. "No me gusta mucho, las cosas como son". A pesar de ello, la respeta. "Y la quiero también", dice conciliadora. No confía en que se vuelva a repetir el beso del abuelo de don Juan Carlos. Pero se conforma con verles de cerca. ¿Y si se acercan, y si les puede tocar? "Un abrazo les daría".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de mayo de 2008