Estoy que no salgo de mi asombro con lo que veo y oigo estos días en televisión. El primer impacto lo recibí durante el fin de semana, al ver al representante de una determinada religión en la casa donde reside la soberanía nacional (es decir, nuestro Congreso de los Diputados) oficiando una ceremonia religiosa -¿separación Iglesia-Estado?-. El segundo lo recibí ayer mismo durante el transcurso del Telediario de mayor audiencia, cuando una amable señorita nos intentaba tranquilizar, indicándonos que para la temporada estival la totalidad de las infraestructuras turísticas de Birmania volverían a estar al cien por ciento -¡tras la muerte de más de 40.000 seres humanos!-. Cada vez entiendo menos el mundo que me ha tocado vivir.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de mayo de 2008