Toda la santa mañana de ayer lloviendo a cántaros y luego la cosa quedó en "ná". Cuatro gotas en el tercero y pare usted de contar. El drenaje de la plaza es extraordinario; ya quisieran muchas amas -o amos- de casa que sus cónyuges les dejaran así el cuarto de baño después de ducharse. El ganado de Peñajara, propio hermano de los del Wellington de Ibán, demostró tener alguna estrella más que sus parientes, pero la cosa tampoco pasó más allá de "pensión con confort".
Volvía manolo Sánchez a San Isidro. Al primero le hizo una faenita en la que pegó dos o tres series con gusto, tanto por la derecha como por la izquierda: "El toro iba un poquito a su aire, pero bueno, le he apretado un poco y he estado a gusto con él". En el segundo no pudo ser, que dice el tópico, pero el vallisoletano juzga como positivo su paso por la feria: "Creo que he estado digno y me voy contento". Si la cara es el espejo del alma, la de Manolo Sánchez no mentía. El enfado de Barrera después de que el presidente no le concediera la oreja del último iba a más a medida que los periodistas le tiraban de la lengua. Al principio trató de contenerse: "Hay que acatar las decisiones con humildad; el presidente manda y yo lo acepto sumisamente". Pero luego no se contiene y lanza su queja: "un presidente tiene que saber ser un profesional. A un toreo que ya está lanzado esto no le afecta pero yo tenía necesidad de la oreja y hay que tener un poquito de sensibilidad".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 11 de mayo de 2008