¿El Día de San Valentín sirve para que los enamorados se quieran más? ¿Para que proliferen los amantes? Dedicar días a lo obviamente positivo, como el amor o la paz, tiene un problema de base si hay que recordar que la paz es necesaria para cuidar especialmente algo que no deberíamos descuidar nunca. Emplear ese nuevo calendario festivo en dar a conocer enfermedades raras, por ejemplo, podría resultar más útil. Aunque menos comercial.
Las capitales mundiales corren una suerte parecida a ese santoral de grandes almacenes. Este año se estrena capital mundial del diseño, como ya existe capital europea de la cultura: Turín se ha convertido en la primera abanderada universal del diseño. Y su Ayuntamiento ha organizado fastos con una exposición sobre los diseños premiados con el Compasso d'Oro como evento principal.
¿Es una buena noticia que exista una capital del diseño? Si los grandes almacenes se lo proponen, seguro que podría llegar a haber también un día del diseño, como el día de la madre, el del libro o el de los santos inocentes. Si ya resulta extraño asistir a ferias universales cuando lo que se expone ahí puede verse en Internet, preparar una ciudad para brillar un momento con algo que no se quiere asociar a lo efímero, roza el surrealismo. Asociar diseño, cultura o lectura a una fiesta, tiene su gracia.
A todos nos gusta celebrar. Pero encierra el peligro de vincular diseño, o lectura, con lo extraordinario, en lugar de con lo cotidiano. No es agradable imaginar que la capital del diseño, el día en que pierda su título, deje de ser de diseño. Aunque casi da más miedo lo contrario: imaginar una urbe empeñada en sobrediseñarse a partir de una capitalidad efímera. En cualquier caso, el desmontaje podría ser dramático. Y la pregunta, me temo, seguirá en el aire: ¿qué merece un premio: las buenas intenciones o los buenos resultados?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 27 de mayo de 2008