Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Análisis:EL ACENTO

Alarmas episcopales

Los cardenales Rouco y Cañizares aprovecharon la fiesta del Corpus para arremeter contra el Gobierno bajo los terribles cargos de que en España no existe libertad religiosa y de que se está generalizando "la tentación de declarar la muerte de Dios". Respecto de lo primero, tal vez Rouco y Cañizares, que tienen Roma como su propia casa de tanto ir y venir, padecieron el síndrome de algunas azafatas de vuelo, que acaban por no saber a ciencia cierta en qué ciudad amanecen. Los prelados denunciaban que en España no existe libertad religiosa sin darse cuenta de que estaban en Toledo y de que, pese a la extravagante apariencia de algunas personas que les acompañaban, éstas no eran agentes de la Santa Inquisición disponiéndose a prenderles por herejes, sino simples católicos que desfilaban en la misma procesión autorizada.

Por lo que se refiere a "la tentación de declarar la muerte de Dios", los cardenales Rouco y Cañizares exhibieron una angustia que, cuando menos, hace dudar de la solidez de su fe, por no decir de la fiabilidad de sus sentidos. Porque, vamos a ver, ¿de verdad imaginan que Dios se moriría por el simple hecho de que alguien cediese a la tentación de declararlo? Tanta fragilidad en un ser que se supone eterno y omnipotente acabará por producir desconcierto entre los creyentes, y quién sabe si, además, algún disgusto. Rouco y Cañizares deberían no dejarse arrastrar por sus temores y tranquilizar a la parroquia: imagínense por un momento la que podría organizarse si los fieles van a los templos, no a solicitar el amparo de Dios, sino a ofrecérselo contra esos abstrusos enemigos que sólo ven Rouco y Cañizares.

El Gobierno sí respondió ayer a estas alarmas episcopales con un mensaje de tranquilidad, aunque indescifrable. Aseguró que los crucifijos desaparecerán de las tomas de posesión "progresivamente". Es decir, no se sabe si quitarán unos crucifijos sí y otros no, según la toma de posesión, o si, por el contrario, irán desmontando poco a poco todos los crucifijos hasta que, de pronto, un día se descubra que han desaparecido de las tomas de posesión.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 28 de mayo de 2008