Ya quedan pocos días para visitar la exposición que reúne la producción más reciente de la artista María Torrontegui, abierta en el edificio de la Pia Almoina, sede del Museo Diocesano de Barcelona, hasta el 1 de junio. La selección incluye 35 óleos de pequeño y medio formato en los que la artista repasa sus temas iconográficos preferidos: el paisaje y la naturaleza muerta. El faro de San Sebastián, que se recorta nítido en la inmensidad del cielo, da paso a obras que combinan poesía y realismo.
Marinas de neto claroscuros y detalles arquitectónicos integrados en la naturaleza conforman unos paisajes personales y genéricos a la vez, que reflejan el íntimo sosiego de la artista. Una estabilidad interior, que se percibe aún más claramente en los atardeceres sanguíneos y las vistas urbanas nocturnas, en las que la ciudad pierde sus formas para convertirse en un magma quimérico, diseminado de minúsculos puntos de luz.
Nacida en Zaragoza, pero afincada desde hace más de dos décadas en Barcelona, donde incluso llegó a tener su propia escuela de pintura decorativa, María Torrontegui se dio a conocer como experta en el trampantojo (trompe l'oeil), una técnica de la que se encuentran huellas en unas curiosas pinturas, que reproducen un conjunto de libros con pinceladas que desafían los límites de la tabla y continúan en los bordes. La exposición se completa con una serie de bodegones de flores y frutas, adscritos a la tradición clásica, realizados con técnica depurada y colores contenidos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 30 de mayo de 2008