Es un hecho probado y comprobado por todos que no existen. Pero, ¿por qué se siguen comercializando sin leyes que los regulen? No sólo en teletienda de madrugada, sino en herboristerías, supermercados, farmacias, gimnasios o Internet. La gente los compra con la excusa de que "algo harán". Es un engaño moral, físico y económico. No es broma aquello de que dieta y ejercicio realmente es lo único que funciona. Pero lo único que triunfa en este mundo es el éxito sin esfuerzo. Bastan algunos ejemplos de eslóganes publicitarios del tipo aprende inglés sin estudiar, gimnasia pasiva, saunatronic, abdominazer, baba de caracol, etcétera.
Seguro que la gente es capaz de ir a la oficina del consumidor si le han estafado en su tarifa telefónica o en un secador de pelo. Pero dudo de que lo hagan porque no haya desaparecido su celulitis, sigan con cartucheras, el vientre abultado o el tríceps colgando después de probar y repetir con el producto de turno.
Eso de que "lo que importa es estar bella por dentro" es igual de tramposo que los productos milagro. Una cosa no tiene nada que ver con la otra ni tienen por qué ir reñidas. Sólo malgastaremos nuestro tiempo y dinero si no hacemos caso omiso de la propaganda fraudulenta.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de mayo de 2008