Es un insulto a la inteligencia de todos los que utilizamos la palabra para expresarnos, el escuchar decir de un locutor de radio y del director de un periódico que los insultos y las infamias son propias de "la espontaneidad del lenguaje periodístico y/o radiofónico". El insulto nunca puede ser titular de la libertad de expresión, sino más bien su carcelero más rastrero.
El dial de la radio española está repleto de emisoras en las que los profesionales del periodismo no necesitan recurrir a la ofensa para mostrar discrepancias. Tampoco los ciudadanos como yo tenemos que recurrir a la descalificación personal para poder intercambiar opiniones. Para escuchar o leer a una persona en un tono chabacano, hiriente, malsonante y desquiciado, realmente no hace falta que nadie haya estudiado una carrera, ni siquiera que haya recibido un mínimo de educación.
Sólo los necios amantes de los sermones, que necesitan las aguas siempre turbias, se ofrecen como voluntarios para apagar fuegos utilizando gasolina. A lo bonzo, sugiero... y de forma "espontánea".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de junio de 2008