No hay en el mundo ninguna feria del libro como la de Madrid. Hay algunas otras muy especiales, sí. Estuve hace poco en La Habana y la feria, al amparo de árboles como catedrales, parecía una isla dentro de la isla. Una isla donde saludar a Libertad. Una isla-atelier que bullía y cantaba. Creo que toda la infancia de Cuba estaba allí. Plantabas un libro y salían 10 niños por las ramas. El régimen cubano puede estancarse en la ilusión del "arte del embalsamamiento". La revolución de la revolución, si es que se pretende, no puede quedar en el humor valiente y surrealista del cómico Mente Pollo en Cubavisión, que por unas horas logra el milagro de que triunfe el Partido de la Risa.
Pero un país así no merece un acoso imperial como el recrudecido por Bush y que pretende prolongar ese otro madero llamado McCain. Barack Obama es también hoy una esperanza para el pueblo cubano, para la gente común, del interior, la diáspora y el exilio. En su programa figura la ley DREAM (un acróstico que significa "sueño") para garantizar en su país la atención sanitaria y el auxilio a los más desfavorecidos. Me gusta este hombre en el que destacan las orejas, que tiene cara de escuchar y de creer en la potencia genésica de las palabras.
Nos hemos acostumbrado a denostar los discursos, cuando el lenguaje es la parte más sustancial de un político. En eso no se diferencia de la poesía ni de la expresión científica. Cuando Ramón y Cajal decidió adentrarse en el estudio del cerebro humano, no dijo para la ocasión: "¡A ver cómo anda el tarro!". Escribió: "Sentía yo entonces vivísima curiosidad por la enigmática organización del órgano del alma". Formulado así el propósito, las neuronas se le mostraron en toda su elegancia. Después de la experiencia sádica de Helms-Burton, ¿por qué no una disposición soñadora para Cuba?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 7 de junio de 2008