Las vidas de Ramón Jáuregui (San Sebastián, 1948), secretario general del Grupo Socialista en el Congreso, y de Carlos Trevilla (Villaverde de Trucios, 1946), representante de la UGT en el CES vasco, no son paralelas, aunque se hayan cruzado en el pasado y se sigan cruzando. Los dos han sido secretarios generales de UGT-Euskadi durante un mandato, el primero de 1980 a 1982 y Trevilla entre 1998 y 2002. La vida de Jáuregui es la política y la de Trevilla, el sindicalismo. Ambos se reconocen miembros de la "familia socialista". EL PAÍS les ha reunido en un desayuno, que se desarrolló en la sede del sindicato en Bilbao por expreso deseo de Trevilla, para repasar los 30 años de historia desde el congreso constituyente de UGT-Euskadi y mirar al futuro. El Teatro Arriaga acogerá mañana el acto principal de la celebración. Ambos se sienten orgullosos de su pasado y del presente sindical, en el que ven imprescindible la "unidad" para poder afrontar los desafíos de una sociedad globalizada.
Trevilla: "Ramón y yo procedemos de culturas sindicales distintas"
"Cuando hay que construir un marco de relaciones laborales es una desgracia que no se construya entre todos"
"Euskadi no tendría un aparato productivo como el que tiene si UGT no hubiese pilotado la reconversión"
Jáuregui: "El marco de relaciones que pactó UGT fue un éxito histórico"
"La llegada del PSOE al poder fue difícil y traumática en la familia socialista. Aparece el desencuentro"
"La UGT ha sido muy maltratada por el Gobierno vasco y los empresarios vascos"
"La fractura estructural de la sociedad vasca es el problema más serio que tienen los trabajadores"
"El compromiso de pluralidad con una ética de defensa de la libertad definen a esta casa"
Carlos Trevilla: Ramón y yo procedemos de dos culturas sindicales distintas: él de la política, y desde ésta, le llega el compromiso sindical. Yo tengo una cultura sindical que lleva a la dimensión política. En este país sólo ha habido un hecho de unidad sindical, la de UGT y USO [Trevilla procede de USO]. Esa cultura tuvo unos primeros problemas de engarce y aportaciones importantes a todo el movimiento obrero.
Ramón Jáuregui: Venimos de culturas distintas. Soy un hombre del partido que ocupo una función porque el partido me lo pide. Carlos viene, está y estará en el sindicalismo. Pero sí quería matizarle que el partido me pone en el sindicato porque mi compromiso y mi vida es sindical. Era un obrero en una fábrica y mi misión era... Me hice abogado laboralista para defenderles. Cuando me pidieron que dirigiera la UGT me pareció un honor, sin perjuicio de reconocer que el partido se nutrió en exceso de cuadros sindicales, vació la UGT, algo que no les ha pasado a otros sindicatos, porque no había esa vieja tradición de familia.
C. T.: Veníamos todos de la clandestinidad, cada uno con su bagaje, y había que hacer democracia, sindicalismo en libertad. La segunda cosa importante para sindicalizar este país fue la dialéctica entre sindicato organización o movimiento. UGT creía y sigue creyendo en el sindicato por encima de movimientos asamblearios. Nos homologamos con las prácticas y estructuras comunes de los sindicatos europeos. El tercer elemento fue la construcción de un marco democrático y lo hicimos solos, en el Estatuto de los Trabajadores y en la Ley Orgánica de Libertad Sindical. Conceptos como representación sindical para negociar convenios o sindicatos más representativos se siembran ahí y luego son utilizados aquí. Lo digo con bastante dolor, porque cuando hay que construir un marco democrático de relaciones laborales es una desgracia que no se contruya entre todos. La UGT pasó de un sindicalismo de denuncia, de confrontación, a uno de proposición, negociación y concertación, una estrategia de pactos que fue rechazada por la patronal y la mayoría sindical vasca. Tenemos una cultura socialdemócrata participativa y reformista. Sin esto no se hubiera hecho la reconversión industrial.
R. J.: Euskadi no tendría un aparato productivo como el que tiene si no hubiera habido un sindicato que pilotó el pacto, que tuvo el sentido del país y de compromiso histórico de saber que Euskadi era una chatarrerería y que había que hacer los pactos de la reconversión. General Electrica, La Naval, Altos Hornos, Olarra,...
C. T.: Lo salvamos
R. J.: Allí estaba la UGT. A través de las negociaciones con el Gobierno que hicieron Nicolás Redondo y José Luis Corcuera, los hombres claves para pactar un formato muy ingenioso, caro para las cuentas públicas y muy generoso, que permitió que hoy Euskadi haya podido reconstruirse sobre un solar.
C. T.: Quiero insistir con Ramón en que la reconversión fue con derechos. El papel de Corcuera y de Redondo fue importante. No dejamos tirados a los trabajadores.
R. J.: Antes mencionaba Carlos la Ley de Libertad Sindical y el Estatuto de los Trabajadores. El marco de relaciones laborales que pactó UGT fue un éxito histórico en las relaciones entre trabajadores y empresarios. Es un modelo en el mundo. En Francia no hay quien pacte. España lleva 30 años de pacto, negociación colectiva, compromiso con la recuperación del país, que en gran parte se basa en este modelo de diálogo social. Ha dado un papel al sindicalismo en la conformación legislativa en el país que no tiene mucha gente. En España no hay ley laboral o social que pueda hacerse sin el acuerdo de los sindicatos.
C. T.: Ramón me recuperó en el segundo congreso de UGT de Euskadi. Me dijo: "Carlos, tú te crees lo que haces". Dicho esto, hay que hablar de la autonomía sindical. Cuando el PSOE perdió las elecciones por segunda vez hicimos una estrategia desde el sindicato por la autonomía. Quería darse estabilidad a las relaciones laborales al margen de coyunturas políticas. Recuerdo acuerdos con gobiernos de derechas de reducción de la jornada en 120 horas. Fue una experiencia tremendamentemente importante. Era mejor negociar que confrontar. La llegada del PSOE al poder fue un problema difícil y traumático en la familia socialista. Aparece el desencuentro. El más importante con Ramón fue el artículo 84 del Estatuto de los Trabajadores en 1994. La desregularización laboral. Todos contra la UGT.
R. J.: UGT ha sido muy maltratada por el Gobierno vasco y los empresarios vascos. En el 85 se produce el latigazo de la UGT por la autonomía sindical. En el partido no se entendió. Quizás porque Nicolás tampoco lo hizo bien. Está claro que si eres diputado no puedes luego enarbolar la bandera de la indisciplina. Hubiera preferido que ejerciera la autonomía sindical no desde la pertenecia al partido. La batalla de la reivindicación de la autonomía sindical era necesaria. Veníamos de una política de correa de trasmisión que ya no era posible aplicarla en un regimen democrático con alternancia y con el PSOE en el Gobierno. La gran discrepancia en la reforma del 94 fue porque tuvimos que hacer una apuesta por la negociación colectiva como alternativa a la regulación laboral porque estábamos en una crisis del copón y se propuso la negociación colectiva en cascada [un convenio posterior anula al anterior]. No hay que olvidar que España entre 1993 y 1994 perdió un millón y medio de empleos y se fue al 7% de déficit público sobre el PIB. Teníamos que pedir préstamos para pagar el desempleo. Teníamos una situación dramática. Cuando estuve en el Gobierno hice un esfuerzo por el acuerdo: reconocer la representatividad de LAB , el impulso al CRL. No lo conseguí, pero pensé que hacía un esfuerzo de impulso legal necesario. Ingenuamente, descubrí que ELA no quería los marcos para fortalecer el diálogo social, sino en su tarea de aplastamiento al adversario. Actué movido por la ley, los buenos propósitos y un pacto de coalición en minoría. Me produjo un distanciamiento con los compañeros de la UGT que ambos estamos olvidando.
C. T.: Para analizar la fractura sindical y el porqué me voy a atener a la autonomía sindical. No es ni apartidismo, ni apoliticismo. Es fácil cuando no gobierna el tuyo, pero hacerle huelgas al PSOE es muy complicado y genera fracturas internas. Hemos hecho una autonomía sindical y se han instaurado unas relaciones positivas y duraderas. Tuvo problemas. Claro. Supone un desgaste en un sitio donde hemos compartido la resistencia por la libertad. Somos de una cultura de resistentes.
R. J.: De resistencia al franquismo y de resistencia al nacionalismo gobernante y luego al terrorismo.
C. T.: Me parece mucho más importante al nacionalismo que al terrorismo, por supuesto. Hemos compartido muchas cosas y ha hecho a la UGT incómoda sin poder. Hay que mirar las concesiones que se hacen al nacionalismo sindical pensando que es rentable electoralmente o que se va a moderar. Está en Lizarra y es la punta de lanza de que el Estatuto no sirve.
R. J.: Me sentí bastante traicionado por ELA, pero siempre he pensado que su dirección no representa a sus 100.000 afiliados. Un partido socialista como el nuestro, que aspira a ser mayoritario, no puede dejar de reconocer que un 20% de sus afiliados le votan. Yo tengo que pensar en eso, aunque Carlos no.
C. T.: La cesión que se hizo al sindicalismo nacionalista en el 94 fue terrible. Yo acuñé un término: la reforma del 94 instucionalizaba que el derecho al trabajo puede traer el trabajador sin derechos. La desregulación de las reglas de juego.
R. J.: Eso no lo establece el artículo 94.
C. T.: Eso y la relación de fuerzas.
R. J.: No. Eso lo establecen los cambios de paradigmas que se producen en el mundo y hacen al sindicalismo muy débil
C. T.: Hay una apuesta por la flexibilidad con unas reglas de juego. Debilidad sindical.
R. J.: De aquellos años nos queda a Carlos y a mí una amistad construida desde la diferencia. A los usos se les veía como los que querían hacer a la UGT autónoma del partido. Yo era el comisario político en la UGT y nos hicimos amigos como sindicalistas también. Hay dos ideas que me parecen que explican esta casa y estas siglas. El compromiso de pluralidad de un sindicalismo socialista con esta ética de defensa de la libertad. Reivindico a esa UGT sindicato que quiere seguir luchando por lo más elemental. En un momento en que se va a un modelo sin derechos UGT sigue reclamando sindicalismo, modernización y unidad.
C. T.: Cuando venía a la entrevista me he acordado de una frase de Ortega y Gasset: "El tiempo de hoy exige recuperar el de ayer". Con un nacionalismo con un ejercicio abusivo del poder, conceptos de ciudadanía y defensa de los trabajadores los debemos colocar por encima. Quiero insistir en dos hechos que viví con intensidad. La huelga de las 35 horas y el cambio de fecha de la del decretazo. Fue un intento pr parte de UGT en decirle al nacionalismo que en cosas importantes hay que estar de acuerdo. Deseé que fuera el inicio de una época distinta, pero la locura de la diferencia se convierte en estrategia y molesta coincidir y el sindicalismo nacionalista se convierte en vanguardia del soberanismo, de la estrategia de acumulación de fuerzas. Tú haces el Estatuto, la reconversión industrial, la ley Orgánica de Libertad Sindical, traes aquí la formación continua y cuando llega una pelea unitaria como el decretazo de Aznar, cambias la fecha. La división beneficia al agresor. Descubro que la autonomía sindical en Euskadi no se da porque el conflicto de identidad se coloca por encima de los trabajadores. La fractura estructural de la sociedad vasca es el problema más serio que tienen los trabajadores vascos. Hay una inflación de soberanismo y déficit de coherencia sindical.
La central socialista
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de junio de 2008