"Todo fue una broma", "un juego", declararon ayer ante el juez los tres menores acusados de quemar vivo a Joaquín Curiel, de 49 años, en octubre de 2007 mientras dormía en su casa de Lucena (Córdoba). Los jóvenes, que entonces tenían entre 15 y 16 años, lo grabaron todo con su teléfono móvil.
La Fiscalía solicita para ellos cinco años de internamiento en un centro cerrado de reforma y dos años más de libertad vigilada. La abogada de uno de ellos sostuvo ayer durante el juicio que los chicos se dirigieron a la casa de Curiel para "hacer fuera un fuego", pero el incendio se propagó debido a los desperdicios acumulados -la víctima padecía síndrome de diógenes-.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 11 de junio de 2008