"España es un equipo muy complicado, difícil de batir", comentó Roberto Donadoni al término de su triunfal conferencia de prensa. "En cualquier caso", añadió, "a estas alturas ya no quedan adversarios fáciles". De todas formas, la victoria sobre Francia había impulsado su optimismo. Así, ni siquiera las ausencias forzosas de Pirlo y Gattuso parecían inquietarle: "Contamos con otros jugadores. Ahí están Camoranesi, Ambrosini o Aquilani, que no creo que sean unos secundarios".
Antes, Donadoni había echado, cómo no, una lisonja a Holanda, a la honradez deportiva de la gente de Marco van Basten, el que fuera compañero suyo en el Milan: "Creer que pudieran dejarse vencer por Rumania era algo humillante. Entre deportistas, no se piensan esas cosas". Y, por supuesto, había piropeado a los suyos: "Nunca perdimos la esperanza. Ni en los momentos más difíciles. Hemos demostrado cohesión y solidaridad". "Curiosamente", concluyó, "jugamos mejor cuando Francia no estaba en inferioridad. Después nos entraron algunas dudas. Eso es humano".
Raymond Domenech, su homólogo francés, adujo sentirse "decepcionado", pero "orgulloso" del comportamiento de sus jugadores a pesar de las circunstancias. "No se pueden sufrir más desgracias", recordó en alusión a la lesión de Ribéry -anoche estaba siendo examinado en un hospital de su dolencia en la rodilla izquierda- y a la actuación arbitral, "pésima" en su opinión. De su futuro no quiso hablar. Alguno de sus pupilos sí que lo hizo acerca del suyo. Makelele, por ejemplo, dijo adiós a la selección bleu. No es la primera vez, pero ésta se antoja la definitiva.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 18 de junio de 2008