La presidenta argentina, Cristina Fernández, reunió ayer a decenas de miles de simpatizantes en la plaza de Mayo de Buenos Aires, en respuesta a las caceroladas masivas en su contra. Con la ciudad paralizada por el oficialismo para garantizar el éxito del acto, Fernández lanzó un ataque durísimo contra los líderes de la huelga agraria, a quienes llamó golpistas.
El acto, convocado "en defensa de la democracia" por su marido, el ex presidente Néstor Kirchner, fue un jarro de agua fría sobre las expectativas de poner fin al conflicto, tras el viso de solución vislumbrado al aceptar Fernández someter al Congreso la subida de impuestos que originó la huelga.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 19 de junio de 2008